Daniela Zecchetto
Gerente de Asuntos Corporativos Principal. Ingeniero Comercial Universidad Católica. 18 años de experiencia.

La bomba de tiempo

23 de Abril 2019 - 7 mins de lectura

Uno de los principales problemas que enfrenta el mundo es que la población será cada vez más longeva. Esto supone una bomba de tiempo no solo para la humanidad sino también el mundo del trabajo, para los sistemas de salud y también para los sistemas previsionales.Pero en Chile algo nos distingue, la bomba de tiempo avanza más rápido.

Al hablar de envejecimiento de la población hay que analizar dos componentes: el aumento de las expectativas de vida y la disminución de la tasa de natalidad.

A nivel mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que en promedio se logró aumentar la esperanza de vida al nacer en 19 años entre 1960 y 2015, cuando la humanidad pasó a vivir de 52,4 años a vivir en promedio 71,4 años. Chile supera con creces la media mundial con una expectativa de vida de 80,5 años, la más alta de Latinoamérica (INE).

Veamos por otro lado cómo ha evolucionado la tasa de natalidad. En 1960, las mujeres de todo el mundo tenían un promedio de cinco hijos. Desde entonces, la tasa se ha reducido a la mitad, y las mujeres tuvieron un promedio de 2,4 hijos en todas las regiones en 2015 (OMS). En Chile, la tasa de natalidad es de 1,75 hijos por mujer, muy por debajo de la tasa de recambio poblacional que es de 2,1 hijos por mujer, es decir, los hijos nacidos por cada mujer no alcanzarían para renovar la población al momento del fallecimiento de sus progenitores (INE).

Antiguamente se solía representar la población como una pirámide, con una base grande de niños y jóvenes y con un número decreciente de adultos a medida que avanzaba la edad, pero ya no se mantiene ese orden.

En resumen, cada vez hay menos población joven y más población adulta: una bomba de tiempo para los sistemas de pensiones.

Chile ya vimos, lidera en estas cifras por lo cual para el año 2050 la población sobre 60 años pasará de ser 15% a casi el 30% de la población (INE)

Haciendo una simplificación, existen en el mundo dos tipos de esquemas de pensiones: los de Beneficio Definido, comúnmente conocido como sistemas de reparto y los de Contribución Definida también llamados de capitalización individual.

Como su nombre lo indica, en los esquemas de reparto, el beneficio o monto a recibir como pensión está definido en base a una fórmula que considera generalmente la historia salarial de los trabajadores, el tiempo de cotización y la edad. No se sabe el monto a recibir, pero hay reglas predeterminadas de cómo se calcula. En este esquema, los trabajadores activos aportan parte de su salario que se reparte para financiar las pensiones de los trabajadores retirados, implicando una transferencia intergeneracional de recursos.

En el sistema de “contribución definida”, por el contrario, el trabajador aporta una cuota a su cuenta individual y la pensión recibida depende directamente de las cotizaciones del trabajador y el rendimiento acumulado de éstas. El monto que se cotiza es definido, y el monto de la pensión depende del ahorro acumulado por cada uno.

Ambos sistemas enfrentan la misma bomba de tiempo y en ambos sistemas las soluciones son similares. No hay magia.

Juan vive en un país con un sistema de pensiones de beneficio definido también llamado de reparto. Según las condiciones establecidas, si sigue trabajando y cotizando, podría jubilar a los 65 años con una pensión de $100. El problema es que, como vimos anteriormente, la población envejece y hay cada vez mayor número de beneficiarios con menos jóvenes para financiar las pensiones, por lo tanto, en su país hay un desbalance: los compromisos de pensiones a pagar son mayores que los ingresos para ese fin. Este país ha visto a sus vecinos quebrar por no hacer frente a este problema a tiempo. La solución para mantener las cuentas ajustadas sería ir redefiniendo permanentemente los requisitos establecidos para pagar pensiones, ya que beneficio “definido” no significa beneficio “garantizado”. En simple: no queda otra que bajar las pensiones.

En este escenario, se le anuncia a Juan que si jubila a los 65 años recibirá $80 y que si quiere recibir los $100 planificados de pensión debe esperar 2 años más para jubilar, hasta cumplir 67. A la población joven, por su parte, se le anuncia que debe contribuir más que antes para que el sistema esté en equilibro.

Pedro vive en un país donde hay un sistema de “contribución definida”. Cada trabajador cotiza en su propia cuenta un 10% de su sueldo el cual es invertido para generar rentabilidad, y puede empezar a retirar beneficios a los 65 años. El monto de la pensión depende del ahorro acumulado por cada uno. Considerando las proyecciones demográficas, se pronostica que en el escenario actual Pedro no recibirá los $100 que se estimaron en un principio y por lo tanto si no se toman medidas tales como aumentar la tasa de cotización y postergan la edad de jubilación, las pensiones serán inferiores a lo planificado.

Como vemos, tanto en el esquema de reparto como en el esquema de contribución definida se requiere un fondo mayor para pagar pensiones a una población de adultos mayores creciente y que vivirá por más tiempo.

El envejecimiento de la población es un problema global, las medidas que deben tomarse a nivel global son similares e independientes del sistema de pensiones que tenga un país. Tanto en los sistemas de contribución definida como en los países con sistemas de pensiones de beneficio definido una mejor pensión requiere de más recursos. No hay magia.

La solución es clara, cotizar más y por más tiempo. Es una lástima que aún no la hayamos podido implementar en Chile.

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